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ONGI ETORRI

Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o pasas de higo…… si no sabes volar no pretendas seducirme (OLIVERIO GIRONDO)

Jul 2, 2014

Esta es una de las poesías que marcan la historia de algunas personas. Si en literatura siempre hablo que el que marcó más mi vida fue «Historias de la niña mala» de Llosa, en poesía, junto a Gioconda belli, esta del argentino Oliverio Girondo es la que marca la historia. Desde que la leí hace años la hice mía de mil formas…en forma de frase, de poesía, de dedicatoria, de enseñanza, de regalo, de canción, de promesa,……., esa primera parte de la poesía, la más conocida, ha adornado paredes, cómodas, marcos y fondos de fotografías…. y jamás ha dejado de estar presente en mi pensamiento sobre el Amor en mayúsculas (y también, por qué no, sobre la amistad, el compañerismo o cualquier tipo de relación donde haya cariño). Aprovecho una ocasión para hablar de ella que me brindaba el grupo de «Ni una pared desnuda» para volver a poner la poesía, esta vez completa, no sólo la primera parte. Disfrutadla y…OJALA PODÁIS HACERLA VUESTRA TAMBIÉN.

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. NO SE ME IMPORTA UN PITO QUE LAS MUJERES… tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡Pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡Pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres… ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún

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paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”… y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…, aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes… la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Y al paso…un pequeño homenaje a Oliverio Redondo, desconocido a pesar de todo: Oliverio Girondo nació el 17 de agosto de 1891 en Buenos Aires, y murió en la misma ciudad el 24 de enero de 1967). Hijo de una mujer de ascendencia vasca, Josefa Uriburu y de Juan Girondo. Siendo de familia adinerada, Oliverio viajó mucho por europa donde cursó parte de sus estudios hasta conseguir su título de abogado. Ya con 20 años dirige el periódico artístico literario «Comoedia» con René Zapata Quesada y Raúl Monsegur. Y en 1922 publica, en una tirada limitada impresa en Francia, uno de sus libros de poesía más principales: «Veinte poemas para ser leidos en el tranvia», que incluye ilustraciones realizadas por él mismo. Participó en las revistas que señalaron la llegada del ultraísmo (la primera vanguardia que se desarrolló en Argentina), como Proa, Prisma y Martín Fierro. Girondo fue uno de los animadores principales de ese movimiento. Y ejerció influencia sobre poetas de las generaciones posteriores, entre ellos el surrealista Enrique Molina, con quien tradujo Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud. Sus primeros poemas, llenos de color e ironía, superan el simple apunte pintoresco y constituyen una exaltación del cosmopolitismo y de la nueva vida urbana e intentan una crítica de costumbres. En 1925 publica su segundo libro, «Calcomanías», y la edición de bolsillo de «Veinte poemas…» En 1932, para la publicación de «Espantapájaros», lleva a cabo una extraña campaña publicitaria. Girondo realiza una réplica en papel maché del «espantapájaros-académico» que el pintor Bonomi había diseñado para la tapa del libro. El espanatapájaros fue colocado, según cuenta Norah Lange, «en una carroza coronaria -de esas que llevan las flores y van detrás del coche fúnebre- tirada por seis caballos, con su auriga y lacallos, vestidos según la moda Directorio, apostados a cada lado». Además, alquiló un local en la calle Florida atendido por muchachas hermosas y llamativas para la venta del libro. La experiencia publicitaria resultó un éxito y el libro se agotó en un mes. El muñeco, que durante años presidió la entrada de su casa de Suipacha al 1444, hoy puede visitarse en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires. Desde 1934 mantuvo una importante amistad con Pablo Neruda y Federico García Lorca, quienes por esa época se hallaban en Buenos Aires A partir de 1950 comenzó también a pintar con una orientación surrealista, aunque nunca expuso sus cuadros. Su último libro publicado fue «En la masmédula» (1953). En 1961 sufrió un accidente que lo dejó imposibilitado físicamente hasta 1967 en que murió, http://es.wikipedia.org/wiki/Oliverio_Girondo