Estos días que tanto se habla del Pais Vasco, sick de mociones de censura (la censura siempre es abominable) me vienen a la mente cosas como estas:
El País Vasco hoy (por el poeta Pako Aristi)
Hay un militante que, tras acudir a la manifestación convocada a favor del acercamiento de los presos vascos encarcelados en España y Francia para el viernes por la tarde en Bilbao, se desplaza de noche a la estación de esquí de moda. Un cantante de rock busca la sala de conciertos sin bajarse de su nueva furgoneta, volverá a dormir a su casa de madrugada, donde le espera la cama limpia que le prepara su mamá. Grupos de jóvenes suben al autobús con destino San Sebastián para participar en la movilización convocada para hoy contra los representantes del Estado, aprovecharán la jornada de lucha en la capital guipuzcoana para cenar como bestias y ponerse ciegos de patxarán La Navarra. Hay un funcionario que ya tiene los billetes para Chiapas, dice, satisfecho, que necesita reencontrarse con la voz de la revolución, mientras nos obliga a tragar montones de burocracia durante el resto del año. Ese buen samaritano que aporta su limosna en la colecta de la Eucaristía contra el hambre en el mundo malgastará su sueldo de dos meses en un chungo apartamento de verano. Los futbolistas son los nuevos ídolos de la clase obrera: mercenarios que todo lo arreglan a golpe de talonario. Los grandes estudiosos vascos de la historia de nuestra identidad no saben emitir sus conclusiones en el idioma propio del país. Vivimos cómodamente instalados en parámetros conservadores pero sin perder nunca la simpatía por los estados sublevados: siempre es hermoso sentirse necesitado por el tercer mundo, poder ayudarles para que sigan siendo un poco más pobres. Salvamos lo insustancial del euskera declamando los asuntos importantes en castellano. Así es, señoras y señores, el presente del País Vasco:
El pueblo burgués más revolucionario del mundo.