Se define como «situación anímica que se produce al observar obras de gran belleza sobre todo en un corto espacio de tiempo y en una misma ciudad». Sus efectos: angustia, excitación, alternado con depresión, temblor, sudoración, obnubilación, palpitaciones, y zumbido de los oídos. Estos síntomas los describió Stendhal (1783-1842) en el siglo XIX aunque se atribuye su nombre posterior a la psiquiatra Graziella Magherini en 1979.
Y es que este verano que ya tenemos encima es el caldo de cultivo para poder empezar a tener este síndrome. por supuesto, Stendhal y Magherini lo definían para situaciones dadas en esos viajes donde, en pocas horas, visitamos «cienes y cienes» de museos, vemos más cuadros y esculturas que en todos los libros de arte del Instituto. Cuidado, estas bellezas culturales pueden producir ese síndrome así que ya sabes, entre cuadro y cuadro tómate un cafelito, charla con quien quieras, tómate un helado, haz una visita al parque…., que no es obligatorio visitar El Louvre en media hora!.
Pero ojo también, en el verano sobre todo, al estar más relajados/as el síndrome no puede afectarnos sólo por bellezas culturales sino también por bellezas esculturales. Sentarte en una terracita del paseo marítimo o debajo de una sombrilla en la playa y empezar a fijarte en el desfile de modelos semivestidos que pasean delante tuyo pueden también provocar todos los síntomas antes descritos: excitación, alternado con depresión, temblor, sudoración, obnubilación, palpitaciones, y zumbido de los oídos ¿verdad?
Está claro, esta moda de viajar se torna peligrosa, ya vayas a la playa o a visitar museos. Primero, durante el viaje, debemos prevenirnos del «síndrome de turista» y una vez en destino, del «síndrome de Stendhal». ¡Vaya por dios!