Ante todo, prostate esta entrada la he realizado tras leer un texto que tenía por aquí guardado y qu ese titulaba “Paternidad: un rol de espectador” donde, cough en 5 páginas, decease se desarrollaba toda una teoría de cómo los hombres han sido meros espectadores de su propia paternidad. Lamentablemente no recuerdo el autor de dicho texto, así que si alguien lo sabe, que me lo ponga en un comentario por favor.
Nosotros, siendo niños y jóvenes hemos visto a nuestros padres amar, defender y proveer a nuestras madres a nosotros mismos, a nuestras hermanas y hermanos…, con todo su empeño; pero también les hemos visto maltratar a estas mismas personas de palabra u obra: les hemos visto cansados después de su jornada laboral, llegando a casa esperando tener la cena puesta en la mesa, les hemos visto enfadarse, desesperarse y salirse de sus casillas… Una violencia muchas veces sutil, aprendida y aceptada por la propia sociedad.
Esa experiencia conflictiva es dura para una niño, para un adolescente…, los modelos que más admiramos y amamos, en situaciones conflictivas. Podíamos imaginar a nuestros padres salirse de sus casillas y ser violentos, sin embargo, no podíamos imaginarlos haciendo el amor con dulzura y pasión.
Sólo cuando somos capaces, como hombres, de analizar esas situaciones conflictivas que hemos podido vivir en nuestras infancias podemos comenzar a comprender y poder empezar a anular nuestra propia violencia y machismo. De esta manera, podremos combatirlas y eliminarlas más eficazmente.
Podemos llegar incluso a entender los pocos medios, la presión social…que atenzaba a nuestros padres y, por ende, podremos incluso valorar en mayor estima aquél beso, aquel paseo extraordinario…que nos dispensaron en su día.
Como decía el texto a que hacía referencia al principio: “podemos decir que es sensato concluir que cada generación intenta transmitir a la próxima menos daños que los sufridos por ella. Puede que esto no parezca así a nivel individual, pero así ocurre a nivel general”.
¿Como debemos hacernos hombres hoy en día?. Antes nos hacíamos hombres a pedradas con la banda vecina, yendo a la mili, sufriendo físicamente, imponiendo nuestra voluntad…., desde siempre la mayor dificultad fue la de poder expresar sentimientos, mostrar cuánto nos importan las personas a las que queremos, pedir perdón, demostrar ese amor que sí que disponíamos. Todavía hoy este aspecto es una de las mayores dificultades que tienen, tenemos, los hombres. Aunque hoy cambiamos pañales, besamos a nuestros hijos/as o amigas o compañeras en público, demostramos cariño..y hasta somos capaces de llorar por una película nos queda mucho por hacer para ser capaces de demostrar esas emociones, esos sentimientos que nos invaden contínuamente. ¿Qué hombre besa todavía a su amigo a la vuelta de un gran viaje? ¿cauntas veces besamos a ese compañero, ese amigo que ha sufrido una pérdida?.., Solemos besar a una conocida, a una compañera de trabajo… y le damos la mano al amigo más preciado cuando en nuestro interior daríamos muchas veces el mayor abrazo a ese amigo, le rodearáíamos con nuestros brazos y le diríamos “te quiero” o “estoy contigo” o “cuanto me alegro de verte bien”….
Y cuando a veces te animas a besarle aunque sea por su cumpleaños…ves como ese beso es recibido con timidez o vergüenza, incluso rehusándolo por la presión social interior que hemos mamado desde que nacimos….. Incluso los padres (y madres) de hoy en día besamos más a las hijas que a los hijos…
Todas esas emociones las hemos relegado al sexo femenino. Ya no sólo podemos envidiar el hecho tan intenso que puede ser el tener un hijo en el vientre, el parirlo aunque sea con dolor,….., incluso un abrazo, un beso, un acto de afecto la relegamos a algo que nos hace ser menos hombres. ¡Qué pena!
Todo lo anterior se ve exagerado cuando, además de ser hombres nos hemos planteado el hecho de ser padres.
En ese momento es cuando cobra más importancia que nos paremos a pensar en ese sexismo que nos invade a hombres y mujeres.
El artículo al que hacía referencia hablaba de “meteoritos” se nos pueden filtrar o escapar a través de la paternidad. Citaré los que ponían y añadiré alguno más que se me ocurren en este momento. Todos ellos se resumen en lo que llama EL ROL DEL ESPECTADOR que puede generar el llamado SINDROME DE ESTORBO.
Deseamos ser padres, nos ilusionamos con ello y, cuando llega el momento, rehacemos los viejos roles de nuestros padres y abuelos, los roles de espectador, de observador:
– observamos como crece el bebé en el vientre de la compañera sin saber exactamente cómo participar (aceptamos acercar el oido a la tripa, o poner la mano cuando ella nos lo dice pero…., ¿cuantos hombres hablan con ese bebé no nacido, cuantos hombres le cantan una canción, cuántos hombres se duermen con la mano apoyada en dicho vientre?).
– Cuando nace somos capaces de asistir al parto, desde la cabecera de la camilla por supuesto, dando la mano a la madre con el fin de que ella te la apriete si es necesario, incluso animándola a que empuje a que ya falta poco, a que “venga que no es nada, animo”. Y asistimos a su nacimieno observando cómo la comadrona de turno la coge, se la da la madre que llora de emoción y nosotros nos emocionamos, sin llorar a ser posible, por supuesto. Aceptamos totalmente que ese vínculo intenso afectivo madre-hijo es el único natural, que nosotros seguimos observando.
– En estos momentos el sexismo se recrudece por ambas partes, tanto por la mujer como por el hombre. La mujer se administra como única persona capaz de entender a ese nuevo hijo (es su hijo, ella lo ha parido y ella decide) y únicamente solicita “ayuda” de su compañero, es función de la mujer y así lo hacen saber ellas mismas al hombre. Ella sabe cogerlo, cuidarlo, limpiarlo…desde el primer momento pero el hombre….”No lo cojas así, que se te caerá”, “venga dámelo que va a llorar si le sigues besando”, “que tiene que mamar, que tengo que limpiarlo, que tiene que dormir a mi pecho….” . Todo ello reforzado por otras feminas de la familia (madre, suegra, amigas… Madre no hay más que una, se dice. Y este es un refrán que utilizan, por propia experiencia, más las mujeres que los hombres. Que yo sepa, a no ser gemelos o cosas asi…espermatozoides sólo pasa uno al óvulo, es decir, padre no hay más que uno ¿no?)
– Incluso ellas pueden tener depresión postparto pero ellos…., la emoción no puede afectarles. (como mucho se dice, mientras ella sujeta al bebé, por supuesto…”mira como le mira, se le cae la baba al mirarlo”).
– Cuando crecen aparece generalemente aparece la “mamitis”, el enmadramiento (a veces se pueden “empadrar” pero coincidiréis que no sólo está peor visto sino que es infrecuente).
– Cuando termina el periodo de licencia postparto es un drama para la mujer (aunque no le esté dando pecho), el hombre sin embargo se fue a trabajar a los 4 días de nacer el bebé (bueno ahora tiene 15 días incluso), sin suponer ningún trauma (?¿?¿).
Todo ello hace que se pueda reforzar en el padre un sentimiento de estar de sobra, de ser un estorbo incluso (excepto para “traeme esto” o “hazme esto” ), un sentimiento que además es naturalemnte asumido. El “sindrome de estorbo” es un síndrome asumido por toda la sociedad en general. No genera sino simplemente tradición sexista, pero no afecciones emocionales ¿o sí?
Finalmente se convierte en excusa, “ella lo hace infinitamente mejor que yo así que…. que lo haga ella, ya haré yo otras cosas”. Y ese niño o niña duerme con las nanas de su madre, come con la cuchara que le da su madre, se lava con la esponja que sostiene su madre…y el hombre sólo de vez en cuando, cuando ella se enfada porque está estresada, “ayuda” a lo que le pide o le exige la madre. Las amigas, las abuelas, los amigos, los abuelos…reforzarán esa idea de que la madre es la encargada de cuidar a ese bebé, a ese niño, a esa niña.
Y sin embargo, ¿cuantas veces oimos a su vez quejas de las mujeres (incluso las que no son madres) criticando la poca inclusión del padre en ese cuidado infantil?
Sólo hay un momento en que esta relación se ve enriquecida: cuando somos abuelos: hemos vivido el crecimiento de nuestros hijos e hijas casi desde la barrera, al final se van de casa, ya mayores y la sensación de no haber aprovechado esa infancia de nuestro hijo nos llena de una melancolía (que no hacemos pública, por supuesto) inmensa. A muchos se cuando les abre la puerta del cielo cuando tienen un nieto o una nieta. En ese momento pueden ejercer de abuelos mimadores, de abuelos cuidadores, de abuelos besucones, paseadores, regaladores…., sin que nadie se lo eche en cara. Hasta son capaces de coger al bebé sin que nadie les diga que lo cogen mal (al menos más que a otras personas) y se lo llevan al parque de la florida o a los columpios y gozan con esa situación la mayor parte de las veces.
Sin embargo…cuando los hijos/as vienen a casa con sus nietos/as…., tampoco todo es tan idílico como aparentaba en el párrafo anterior; estos abuelos vuelven a ser observadores muchas veces (al menos si existe también al figura de la abuela): observan como los hijas e hijos suelen acudir a la abuela y siguen observando como los nietos/as acuden a sus vez a su madre en vez de a su padre por lo que están cnfundidos muchas veces de cual debe ser su papel, así que muchos abuelos se conforman con dejarse besar o con “vigilar” a sus nietos/as en los columpios y funciones similares, siendo la abuela quien los alimenta, los limpia, etc, etc, etc.)
En resumen la frustración de amar y no saber como demostrarlo o la rabia de demostrarlo y ser casi denostado por ello, ya sea por parte de otros hombres como de otras mujeres.
¿Qué podemos hacer?. Pasar al contraataque y demostrar con altavoz incluso lo orgullosos, altivos, valientes y majos si demostarmos nuestras emociones. Es una especie de “salir del armario” de los padres. Hoy muchos padres están orgullosos al pasear el cochecito del niño (aunque todavía lo hacen de una forma más “esquiva”, como con una mano, como quien pasea la bici de un niño, mientras lee el periódico ¿os habéis fijado qué forma más distinta tiene ellos de pasear el cohecito que ellas?. Es curioso). Sin embargo, poco padres puedes ver todavía jugando en los columpios con sus hijas e hijos, pocos padres ves en las “escuelas de padres y madres”, pocos padres en el médico, pocos padres cantando una nana o besando a ese bebé en el banco del parque…
Pocos padres pidiendo excedencia para cuidado de hijos/as.
Es nuestra responsabilidad, no sólo de los hombres, también de las mujeres que esto cambie para bien de ambos. (Todavía muchos hombres piensan que mostrar ese afecto y sensibilidad paternal emocionado es cosa de “blandengues o afeminados” y muchas mujeres piensan lo mismo (por no contar a las mujeres que en realidad no quieren perder ese espacio que consideran propio de ellas, sin derecho a compartir)).
Un abrazo…, y un beso