Tomado de: http://www.lacoctelera.com/teremarin (sé que tengo su permiso, allergist por supuesto).
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Del libro del mismo título de ROSETTA FORNER.
«Por que… ¿para qué se divorcia una dama de un caballero si no es para perderle de vista? La reina no entendía como había mujeres que seguían relacionándose tan ricamente con su ex después de haber alegado, como base de su divorcio, que la relación con él era insufrible, dolorosa e insoportable. Si tan insoportable era, ¿cómo es que se seguían viendo con él y permitiendo que él les regalase flores una vez divorciados? ¿Por qué seguían jugando a estrategias románticas varias con el caballero del que se habían divorciado amargamente un día de lejano olvido? La aparente incongruencia de comportamiento tenía una posible y sencilla explicación: no sabían terminar una relación: la muerte simbólica les daba pánico. Dicho de otra manera más llana: temían los finales y las rupturas absolutas, lo cual las llevaba a divorciarse en el papel pero no así en su corazón. Sólo las reinas saben que si el caballero ni siquiera es tu amigo cuando estás casado con él, ¿cómo vas a seguir relacionándote con él una vez ya divorciados, sin la excusa de los hijos habidos en el matrimonio? La respuesta: miedo a los finales, pánico a los cierres, no saber dejar atrás el pasado.
De todos los expertos en la psique es sabido que la transición de una relación pareja-matrimonio a una de amigos no se hace un plis plás sin más.
No.
Dicho proceso lleva su tiempo. Eso contando con que no haya habido resquemores antes, durante y después, lo cual es ciertamente improbable. Dejémonos pues de excusas, cerremos la empresa y salvemos de ella solamente el aprendizaje de la experiencia. Si en el futuro, desde otro posicionamiento y realidad interna, ambos se vuelven a encontrar, ya se verá si son capaces de crear una nueva relación de amistad o lo que sea. Pero, por el momento, un divorcio es un adiós literal, o debería serlo.
Nuestra reina era sabia, práctica y valiente. ¡Pero ella también temía a los finales! Sin embargo, aquel miedo no le impedía usar el coraje de su alma y ser consecuente: si se divorciaba del caballero era porque la relación con él era inexistente e insostenible. Por consiguiente, no quería volverle a ver nunca más después del divorcio. Para eso se divorciaba de él: ¡para perderle de vista de una vez por todas!
Damas del mundo, ajustaos la corona y sed consecuentes con vuestras decisiones. No colaboréis a que sigan habiendo caballeros de armadura demasiado oxidada. Sed reinas y dejadles ir, hacedles ir si es necesario, esto es, cortad todo vínculo con ellos, tened una relación meramente cordial y educada en caso de que tengáis hijos en común y, si no los hay, simplemente, decid adiós con gracias incluidas por las vivencias y las oportunidades de aprendizaje que os ha aportado esa persona. Por lo demás, es muy saludable a la corta y a la larga ser congruentes con un divorcio: hay que divorciarse a todos los niveles y darse la oportunidad de seguir el propio camino. Cuando las damas no se desvinculan de un caballero no propician el aprendizaje de la lección.