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ONGI ETORRI

Melchor, Gaspar, Baltasar y Artabán

Ene 6, 2008

Hoy es día 6 de enero y en España se celebra la fiesta de los reyes Magos que, al igual que Olentzero en el País Vasco o Papa Noel, o Santa Claus o San Nicolas o el Niño Jesús o tantos otros, traen regalos a los hogares, sobre todo a los más pequeños y pequeñas de la casa.
Según la tradición cristiana fueron 3 Magos de Oriente, luego convertidos en Reyes, los que sabiendo del nacimiento del Mesías y guiados por la estrella de Belén, se encaminaron hacia allá y ofrecieron, oro, incienso y mirra al Jesucristo recién nacido.
Pero, eran magos?, eran reyes?, fueron tres?. Existe una leyenda que habla que fueron en realidad cuatro los magos que partieron, guiados por dicha estrella a belén: el cuarto era Artabán.
La leyenda surge del cuento navideño The Other Wise Man (El otro rey mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke (18521933), teólogo presbiteriano estadounidense. La historia, real o ficticia es preciosa:
Cuenta el relato que Artabán era el cuarto Rey Mago que encaminó sus pasos hacia Occidente,  era un príncipe estudioso también de los secretos del oráculo de Zoroastro que anunciaban la próxima llegada de un “Salvador”. La aparición de la estrella en el firmamento fue la señal inequívoca, así que se dispuso a andar el camino, llegando a la falda del monte Ushita donde encuentra a unos emisarios de Melchor, Gaspar y Baltasar, sus amigos babilonios, citándolo en Borsippa, la ciudad sagrada del dios Nabu, en cuyo honor los antiguos habían erigido un zigurat de siete pisos, demolido por la insania de los medos para, desde allí, ir juntos a Belén. Artabán iba hacía allá con un diamante protector de la isla de Meroe, un pedazo de jaspe de Chipre y un rubí de las Sirtes como ofrendas al Niño Dios. En el camino se encontró con un viejo moribundo atacado por bandidos, Artabán interrumpió su viaje, curó sus heridas y le ofreció el diamante y siguió su camino. Cuando, andrajoso y famélico, llega a Judea, Artabán no encuentra señal alguna de los magos que le han precedido. En su lugar, se topa con la crueldad desatada de Herodes, que ha ordenado el exterminio de los varones recién nacidos, para combatir los augurios que lo asedian. Con innumerable espanto, Artabán contempla el exterminio de los inocentes, y se abalanza sobre un soldado que se dispone a saciar la sed de su espada en la sangre de un niño que aún no ha aprendido a llorar. A cambio del rubí que reservaba para el Socorredor, logra aplazar la furia del soldado, pero un capitán de Herodes lo sorprende en plena transacción, y ordena que lo encierren en las mazmorras del palacio de Jerusalén, donde Artabán padecerá una condena interminable de más de treinta años. En medio de las tinieblas de su encierro, aún acertará a escuchar rumores sobre un Galileo que sana a los enfermos y alivia los corazones atribulados. Confusamente, intuye que ese Galileo debe ser el Socorredor que un día remoto quiso honrar con sus regalos. Finalmente logra la absolución de Pilatos y, errando por las calles de Jerusalén, sigue a una muchedumbre que camina hacia el Gólgota a presenciar la crucifixión de Cristo. Va hacia allá para ofrecer la adoración largamente postergada pero en el camino ve un mercado donde una hija era subastada para liquidar las deudas su padre. Artabán se apiada de ella, compra su libertad con el pedazo de jaspe, última ofrenda que le quedaba, mientras Jesucristo moría en la cruz. Con la muerte de Cristo los muros de Jerusalén caen y una piedra golpea a Artabán. Entre la inconsciencia y la ensoñación, se presenta una figura que le dice:
“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”. Desorientado y exhausto pregunta: “¿Cuándo hice yo esas cosas?”, y con la misma expiración recibe la respuesta: “Lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mí”. En ese momento Artabán expiró, emprendiendo un nuevo viaje que le llevó a la eternidad del universo, al infinito del horizonte, fundiéndose con las estrellas y dejando la estela del que fue el Cuarto Rey Mago de Oriente.
Esta noche, me gustaría que Artabán me trajera el mejor regalo del mundo. Esta noche me gustaría estar en un rincón con velas, descansando, sintiendo….
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